Ya te escucho, si, -dice el bebe antes de poder decir. Pero sobre todo te veo y te aprendo.
La gentileza, la amabilidad, y la dulzura la aprenden los pequeños antes de saber verbalizar una palabra, que ya conocen porque nos observan detenidamente.
Durante el tiempo que viví en Nicaragua, mi casa estaba ubicada en un barrio donde llegaba el agua durante tres horas, tres días a la semana. Como vivía sola cerca de mi lugar de trabajo, con la manguera llenaba durante una hora los baldes pertinentes, y después sacaba la manguera fuera de la casa, donde una fila de niños y niñas no más altos que la distancia a mis rodillas recogían agua en baldes que pesaban como ellos, para llevarla a sus barrios. Y me sentaba a charlar con aquellas pequeñas personas, que sin llegar a los tres o cuatro años de edad en muchos casos, hablaban exactamente igual que sus madres y abuelas. ¡Me llamaba tanto la atención el hecho de que se comportaran igual que sus adultos cercanos, cuidando a la vez de niños más pequeños que ellos mismos! Porque claramente aprendemos por observación, y muchas veces no tanto por las instrucciones que nos dan. Imitamos, probamos y hacemos lo que vemos con más soltura que si reflexionamos y ponemos en práctica lo que nos dicen.
Los bebés son esponjas que oyen nuestros cantos, nuestros gritos y nuestros anhelos mucho antes de que los verbalicemos.
Con nuestra música podemos fomentar el canto, y también la amabilidad. Algo imprescindible en estos tiempos que corren.
Cantemos a nuestros bebes nuestro mundo sonoro y nuestro buen hacer, que es mucho.
Buen día desde Concertino.